Mónica apareció a las 15:00h con la idea de ir a El Alto. Yo no me sentía demasiado bien, físicamente; pero estar encerrada en una habitacion de hotel me estaba matando, y como me sentía necesitada de inspiración... fui.
Cogimos un bus hasta la Ceja. Madre mía... El tráfico en Bolivia... Mi forma de conducir es todo un chiste comparado con esto (creedlo). Aquí el 90-93% de la carretera está llena de mini-buses que no son otra cosa que las fragonetas típicas de hippie que hay en Catalunya, las blancas. Allí alguien grita todo el recorrido y no existen paradas...la parada está allá donde tú la creas, donde decidas subir. Ahí se meten unas 14 personas aglutinadas y cuando una de atrás ha de bajar, los asientos se desdoblan como por arte de magia sin la necesidad de que todos tengamos que bajar. Aquí no hay cedas ni stops ni semáforos ni ostias; cinturones, ¿para qué? aquí la ley es “métete y que se aparten”. Los conductores no paran de tocar el claxon contínuamente, resulta un kaos; ese claxon es su idioma propio: claxon cuando se inventan una parada, claxon para espantar a los peatones a los que están a punto de atropellar contínuamente, claxon para saludar a otros compañeros de mini-bus, claxon para pedirle a otro conductor que salga de enmedio... Dios mío, si hasta se la llevado por delante el retrovisor de uno! Y el otro no ni siquiera ha reaccionado, como si fuera tan normal. La carretera es ancha pero...tachan tachan: no hay carriles! Ni sikiera imaginarios! Con lo cual, la gente circula literalmente por donde le da la gana y si hay que ir al 'arcén' para adelantar, se va. Porque claro, aquí lo de esperar no se entiende, así que se adelante a cualquier precio. Sinceramente, me extraña que no mueran unas 500 personas entre pasajeros y transeúntes cada día. Muchos de los buses llevan el letro de “El placer de volar”... joder que sí! Esa frase lo resume todo, os lo aseguro.
Subiendo con el mini-bus hasta la ciudad de El Alto, puedes observar la vista de La Paz, ya hecha un valle, y ves desde lo alto un profundo valle entre las montañas, totalmente colapsado de infraestructuras de tochana. ¡Dios, qué sensación! Os lo digo que las fotografías se quedaban muy cortas.
Al llegar a El Alto hay un cambio visible. Es una ciudad mucho más pobre que La Paz. Hay pintadas MSM (políticas) por todas partes... Aquí la gente está muy implicada en lo social y en lo político, hasta un punto en que mucha gente de donde yo vengo no entendería. También he visto un par de enoooormes vacas y más tardes, al lado del proyecto, un grupito de cabritas sueltas. En esta ciudad todo huele muy mal y la gente luce sucia. Las mamitas molan mucho... sus ropajes, sus sombreros de copa, su forma de transportar cualquiera cosa, pese lo que pese con sus mantas de telas típicamente bolivianas... Imaginad New York pero a lo pobre, con tochanas y bolivianos vestidos como ellos saben. Eso resumiría esta ciudad. Es un kaos, un kaos tercermundista, pero un kaos igual.
Al llegar a San Martín (el barrio donde trabajaré) se hace un vacío. Ahí ya no es como en centro de El Alto o en La Paz... Allí las calles están sin asfaltar, las casas muchas veces no son ni de tochana, son chabolas cuyos techos son aguantados por grandes piedras para que no se los lleve el viento. No hay nada. Sólo perros, personas muy pobres y calles sin asfaltar muy anchas que enseñan algunas calles chabolistas. Es difícil de describir... es fácil ver fotos y decir 'wow, qué pobres' y ya está, pero cuando lo vives... creedme, resulta muy pero que muy extraño cambiar de un día para otro las callecitas de tu pueblo en la costa por... esto. Para que os hagáis una idea: luce exactamente como el poblado más pobre y puteado de África que hayáis visto en alguna peli.
Llegamos a la puerta de una de estas barracas. Veo a un niño que me mira asustado, pero un momento después me sonríe. Mónica me dice: “bienvenida a Macha'k Sartawi”. Sí, chicos, trabajo en una barraca, una barraca con todas sus letras. Trabajo en la pobreza tal y como es, sin eufemismos ni adornos. La barraca es grande y se divide en 5 estancias: cocina semi al aire libre, el aula de juego y actividades, otra aula donde hay un televisor, otra aula pequeña y luego un pequeño despacho para el equipo. No voy a dar más detalles porque eso es para verlo... no hay palabras para describir de manera fiel cómo es aquel lugar, no podríais imaginarlo.
Nada más llegar, me han presentado a Edgar, educador social y justo me han dejado a solas con los niños... Bien, los que me conocéis sabéis que odio a los niños y mis primeros encuentros con ellos son fatales por mucho que yo actúe como si no; además esta vez estaba el handicap cultural. Pues bien, la mayoría de ellos se me han apegado sobremanera: tocándome, cogiéndome, abrazándome, tocándome las orejas... Pero dos de ellos han ido probando mis límites contínuamente, aunque esto está bien, son un par de Barts Simpson. Después de ver una peli con ellos y jugar al UNO a la boliviana (reglas propias) Edgar nos ha enviado a todos al aula de los juegos para que nos presentáramos. Aunque ya conocía a muchos de ellos, todos se han presentado formalmente y así lo he hecho yo también. Los niños tienen mucho amor a las antiguas voluntarias, son cariñosos en exceso a causa del abandono materno/paterno. Me llaman 'educadora' y me soban mucho, me preguntan de dónde vengo y ya me han dicho que quieren que me quede todo el año. Se ve, por todo lo mencionado, que tienen muchas carencias y ganas de generar un vínculo con alguien rápidamente, con alguien que les de amor y a quien dar amor, por su déficit. Son muy pobres y muchos están muy sucios; el español que hablan es muy diferente y me cuesta... por no hablar de cuando se comunican en aymara, que entonces no me entero de nada.Nos hemos despedido y ya deseaban que llegue mañana para verme. Después de esto, me han presentado a la trabajadora social y a su mascota, un perro que adoptaron pero que tendrán que matar el mes que viene porque está hecho polvo y ya ni camina. ¡Qué única que es esa chabola!
Es curioso pero, al salir de Macha'k Sartawi me he dado cuenta de un dato curioso: mientras he estado allá dentro, no he tenido dolor de cabeza, ni falta de respiración ni nada de nada... Aunque el panorama de allá es muy chocante al principio, la verdad es que me ha gustado muchísimo y me han hecho sentirme muy acogida...