jueves, 27 de enero de 2011

27 de enero: Coroico, selva húmeda.

El viernes por la mañana, después de acabar una corta jornada en Macha'k Sartawi, hice rápido mi mochila, preparada para viajar. Acá, dentro del departamento de La Paz, hay una región llamada Los Yungas, zona selvática a pocos metros del nivel del mar con clima caluroso y húmedo, que esconde pueblecitos diminutos y paradisíacos. La idea era ir hasta Caranavi, uno de esos pueblos, pero después de 5 horas de viaje ya estábamos un poco hartos de ser el centro de atención de todo el bus: Tao por el pasillo comiéndose un hueso más grande que él y todo el mundo cogiéndolo, yo de pie haciendo rastas a un cuate, todo el mundo hablándonos y preguntándonos de todo... Tenéis que pensar que mis cuates y yo acá llamamos MUCHO la atención porque no hay gente vestida como nosotros, ni con rastas, ni con piercings ni mucho menos dilataciones. Los bolivianos son mucho más cerrados que los catalanes y siempre nos miran entre horrorizados y asombrados. Asi que cansados de ser el espectáculo de luces, y teniendo en cuenta que aún quedaban 3 horas hasta Caranavi, decidimos bajar en Coroico, pueblo que ellos conocen de sobra, porque es 'tierra de nadie' para jóvenes, podemos hacer lo que queramos y han pasado grandes aventuras allá.

Coroico es el pueblo donde culmina el Choro o Camino del Inca, una ruta de 4 días caminando por la selva. Es un poblado hippie, lleno de turistas sudamericanos, europeos y gringos rehippies con sus cabellos tejidos, tocando guitarritas y tambores en la plaza central por las noches y paseando tranquilamente de día. El pueblo son cuatro calles, una plaza central con palmeras, una iglesia y poco más; como Sorata, exacto. Pero lo que embriaga es su clima extremadamente húmedo y caluroso, sus continuas lluvias torrenciales y su niebla a la altura de los pies. La gente es reamable y amigable. Los turistas están en su onda. El pueblo está rodeado de los cerros selváticos cubiertos por la niebla, casi invisibles. Precioso.

Allá hemos pasado tres bonitos días, tranquilos esta vez. Comida mexicana, unas chelas (cervezas) en el Murcielaguitos (un boliche discotequero), unas tonadas con la guitarrita y el jambé...

Pero lo mejor fue el sábado, cuando hicimos la ruta de las 4 cascadas. Comenzamos a hacer un camino por la selva lleno de barro (Tao quedó precioso...) que nos llevaría a cada una de las cascadas. Por el camino, cerros, plantas de todo tipo, enormes plataneras, los ruidos típicos de la selva con sus mosquitos y ranas... ¡Tan relajante! Encontramos hasta floripondio: una planta también llamada 'la planta del diablo'; la gente la utiliza para drogarse pero al ser del diablo, siempre te pega un mal trip (fun fact: el floripondio crece hacia abajo). El paseo fue increíble pero llegó un momento que nos cansamos, así que paramos a una camioneta que pasaba y le pedimos si nos podía subir (una de esas con la parte de atrás descubierta para cargar cosas). Nos metimos todos ahí con unos enormes bidones de gasolina. Sentí el viento en mi cara, la humedad cubriendo mi cabello, la velocidad a través de la selva... fue un sentimiento único.

Llegamos a la primera cascada y nos metimos enteritos, incluso con zapatos, a pesar de que el agua estaba helada. Tao también entró porque necesitaba un baño y estuvo 1h y media temblando y llorando... más bien no cogió fiebre. A mí me dieron mi bautizo/purificación rastafara, fue genial. La segunda cascada fue la mejor, pero: alta, simétrica, con techo formado por ramas y hojas de los árboles... ¡Allí me sentí como Pocahontas! Para llegar a la última había que pagar una ruta que costaba un boliviano y ver varios miradores, fue genial. Un cuate y yo nos metimos dentro de la cascada y fuimos por los diferentes niveles pasando por las piedras erosionadas y teníamos a unos 15 gauchos mirándonos esperando que cayéramos (pero no fue así).

Al salir, estábamos hambrientos, y allá había una caserita que ofrecía chicharrón de pollo (el mejor que he comido hasta ahora, sin duda) y que devoramos sin piedad. Después de eso, caímos derrotados.

Después de tres días en la calma, tuvimos que volver a la Babylon, sin fotos (porque mi cámara está estropeada) y sin tener ni idea de lo que se me venía encima al volver...

Ellos tienen el poder y la plata, nosotros vivimos en el paraíso...

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